La Habana (PL) Con Donald Trump en la presidencia, Estados Unidos retoma el proteccionismo como amenaza de guerra comercial, que podría conducir a una depresión económica mundial semejante a la ocurrida en la primera mitad del siglo XX.
Condiciones explosivas siguen acumulándose: aranceles con carácter punitivo, subidas en las tasas de interés del banco central estadounidense (la Reserva Federal, FED) y fortalecimiento del dólar, evaluó el académico cubano Faustino Cobarrubia en entrevista exclusiva con Prensa Latina.
A juicio del experto del Centro de Investigaciones de la Economía Mundial con sede en La Habana, el proteccionismo fue el factor detonante de la gran crisis de 1929 a 1933; aunque ahora las consecuencias podrían ser mayores debido al fenómeno de la globalización.
Según apuntó, el proteccionismo marcado también estuvo presente durante los gobiernos de Ronald Reagan (1981-1989) y George W. Bush (1989-1993), «pero la sociedad norteamericana era distinta, hoy el discurso proteccionista ha calado hondo en esa nación, la gente lo acepta mucho más, porque ha sufrido el impacto negativo de la globalización neoliberal».
El manejo de los resortes nacionalistas, consideró el profesor, se hará mucho más notable de cara a las próximas elecciones de medio término en Estados Unidos, pues Trump tratará de contentar a las bases de su electorado cumpliendo promesas de campaña a fin de asegurar la reelección.
Al menos hasta los sufragios en noviembre, el mandatario mantendrá en alto las amenazas y las medidas de proteccionismo comercial, dirigidas no solo contra China, sino contra socios tradicionales como la Unión Europea, México y Canadá, evaluó.
En opinión de Cobarrubia, se está gestando una guerra comercial peligrosísima, en condiciones de una economía mundial frágil, cuando la deuda pública internacional está prácticamente en 164 millones de millones de dólares y la deuda general (gobiernos, bancos, corporaciones y familias) asciende a 233 millones de millones.
Para entender las posiciones de la Casa Blanca, recomendó, tampoco deberíamos perder de vista que estamos viviendo una etapa de transición hegemónica: hay un vacío de poder, con la pérdida de liderazgo de EE.UU. a manos de China, Rusia y otras potencias, pero sobre todo por el auge del gigante asiático.
La potencia norteña, acotó, pretende atajar a China como mismo trató de hacerlo en el pasado con otros competidores, entre ellos Japón y Alemania en los años 80 y 90 del siglo XX, pero la dimensión de China es mucho más grande, juzgó el galardonado con el Premio Anual de la Academia de Ciencias de Cuba en los años 1998 y 2000.
El diferendo con China, extendido ahora a otros importantes actores de la economía mundial, podría crear una guerra comercial en un primer período y en una segunda etapa tenderá a aumentar la inflación y afectará a los consumidores y a las empresas norteamericanas.
Resulta conocido, comentó, que las fundiciones estadounidenses no dan abasto para cubrir la demanda nacional de acero; deberán continuar las compras al mercado chino, pero las importaciones saldrán más caras a cuenta de los aranceles de Trump.
Compañías norteamericanas exportadoras de soya y sorgo a China también podrían resultar perjudicadas por la respuesta comercial de Beijing. Las compras de ambos surtidos por parte del gigante asiático representan una de las principales fuentes generadoras de empleo en la agricultura de EE.UU., alertó.
Washington sabe, además, que carece de racionalidad atizar la confrontación con los proveedores chinos insertados en las cadenas mundiales de valor.
Al final, estimó, ambas potencias deberán llegar a entendimientos, pero la pregunta es cuándo y a qué costo para el resto del mundo. El diálogo resulta inevitable, argumentó, porque China es el principal financista de EE.UU. mediante la compra de Bonos del Tesoro, y si la nación asiática perdiera su excedente comercial bilateral, entonces difícilmente mantendría la compra masiva de esos títulos de deuda.
En lo inmediato, resulta previsible una contracción en el repunte del Producto Interno Bruto (PIB) mundial, por debajo del pronóstico de crecimiento del 3,9 previsto por el Fondo Monetario Internacional.
Más allá de los aspectos coyunturales, el diferendo entre los dos países, por su naturaleza geopolítica, «llegó para quedarse y va a mantenerse durante años», como mismo ocurrió en los tiempos de la llamada Guerra Fría, cuando los contrincantes eran Estados Unidos y la Unión Soviética, indicó.
La visión de America First, enarbolada por Trump, no cree en aliados: la Unión Europea ha respondido de manera proporcional con alzas de aranceles, pero en condiciones de desventaja, cuando estados miembros del bloque debaten la pertinencia de la integración y la supervivencia del euro, expuso el especialista.
HERENCIAS Y REPERCUSIONES
Para Cobarrubia, la política económica de Trump no significará una solución para la crisis interna, todo lo contrario, aunque podría haber síntomas favorables a corto plazo.
Al abordar el tema resulta necesario tener en cuenta la herencia recibida del gobierno de Barack Obama, caracterizada por un aumento de la deuda pública y el déficit fiscal, unido a cierta recuperación del PIB.
Cuando Trump asumió el poder, el PIB acumulaba 80 meses consecutivos de recuperación, una de las trayectorias más largas con signo positivo en la historia del país, solo superada por la reanimación durante el gobierno de William Clinton, la cual duró 10 años, de 1991 a 2001.
También había bajado el desempleo: la tasa de desocupación, ubicada en torno al 10 por ciento en 2010, registraba en 2016 menos de un cinco por ciento, cercana al pleno empleo, mientras la inflación apenas existía.
Iniciado en junio 2009, el actual repunte se acerca ya a los 10 años; así que por una cuestión sencillamente matemática, ya no financiera, la economía norteamericana estaría dando señales de entrar en cualquier momento en otro ciclo de crisis o recaída, advirtió.
Es decir, el sucesor de Obama recibió un país donde la recuperación del PIB estaba llegando al final de un período cercano al récord histórico nacional, y donde avanzaba un proceso de formación de burbujas financieras debido al mantenimiento de tasas de interés de la FED muy bajas, en cero prácticamente, como un recurso para tratar de salir de la crisis, lo cual estuvo unido a las políticas de flexibilización cuantitativa (FC).
Los paquetes de la FC fueron vistos como el bombardeo de dinero en helicópteros a la economía estadounidense, y en vez de generar efectos dinamizadores en la economía real, nutrieron la especulación.
A la entrada de Trump a la Casa Blanca, había burbujas financieras por todas partes, incluidos los mercados inmobiliarios y accionarios, y la economía nacional daba señales claras de un deterioro de su hegemonía internacional ante el crecimiento sostenido de China a ritmos mucho más elevados.
De 2009 a la fecha, recordó, la economía norteamericana recibió una inyección financiera por casi seis millones de millones de dólares mediante la emisión de dinero por parte de la FED, las bajas tasas de interés fijadas por esa institución y los paquetes de salvamento del gobierno a bancos y grandes empresas.
Sin embargo, el PIB creció en ese período en dos millones de millones, ello indica que buena parte del dinero fue a parar a la especulación, las bolsas de valores y el pago de deudas, razonó.
El ejecutivo estadounidense, apreció, está consciente de que las tasas de interés de la FED no podrán continuar bajas porque alimentarían las burbujas financieras. «Están obligados a comenzar a normalizar la política monetaria y ello será un veneno para la recuperación», sostuvo el estudioso.
De progresar una guerra comercial con Beijing, la FED tendrá que subir las tasas más rápido todavía. El dólar tenderá a reevaluarse y habrá más fugas de capitales de los países emergentes y en desarrollo hacia EE.UU., lo cual podría conducir a una crisis de pago de la deuda externa semejante a acontecida en los años 80 del siglo XX, valoró.
Las naciones pobres tendrán menos condiciones para pagar sus deudas, sobre todo las que más acudieron a préstamos en años recientes a cuenta del dinero barato, si los tipos de cambio de la FED aumentan, el dólar gana valor y la economía estadounidense se convierte en una aspiradora de capitales por el cambio en la política monetaria, sustentó el catedrático.
Esos países, insistió, tendrán que pagar tasas de interés más altas, lo cual podría perjudicar sus respectivas deudas externas contraídas en dólares, tal es el caso de economías emergentes como Brasil e India.
Para el integrante del CIEM, los pilares de la política económica de Trump apuntan al ensanchamiento del neoliberalismo, cuyo efecto inmediato será el alza del déficit fiscal por la reducción de los impuestos, el aumento de los gastos, incluidos los militares, y de la llamada economía de casino, pues las grandes compañías difícilmente empleen todos los dineros provenientes de los incentivos fiscales para inversiones productivas.
Es de esperar, insistió, un incremento de la especulación financiera a partir de la liberalización de los mercados, aprobada por la actual administración.
Hay claros indicios de que crecen las condiciones explosivas para la economía internacional y una gran crisis como la de 1929-1933, está a la vista, concluyó el doctor.